La familia tiene una gran incidencia en el desarrollo emocional y social de todo individuo. Modela su manera de pensar, tomar decisiones, la forma de comportarse y hasta la perspectiva de la vida. Claramente, el ambiente en el que crece un niño lo define como persona. De ahí la importancia de la familia en el desarrollo de la educación emocional.
Por esto, es importante entender que los niños irán formando su madurez emocional a medida que la familia le enseñe y practique con ellos. Son aspectos claves en este camino el hecho de manifestarles confianza, ser sinceros sobre lo que se les dice o evitar el control excesivo, a además de saber ponernos en su lugar para tratar de entender cómo se sienten, alentarlos a decir lo que les gusta o desagrada y animarles a iniciar conversaciones y juegos con otros niños.
En las emociones hay distintos componentes que se mezclan y relacionan entre sí y que hacen de ellas una de las grandes cualidades del ser humano, sin embargo la mayor parte de los modelos de conducta se aprenden, sobre todo de los padres y las personas que rodean al niño.
Para conseguir que el niño desarrolle su inteligencia emocional será, por lo tanto, imprescindible que los padres cuenten con la suficiente información como para poder desarrollarla en sí mismos y hacer que los niños también la aprendan y desarrollen.
Los padres deben tener siempre presente que los niños aprenden poco a poco y que ellos son la principal fuente de información; es allí donde radica la importancia de formar y educar para poder adquirir una mejor madurez emocional; habilidades que no sólo les servirán para desenvolverse en la escuela y tener amigos, sino para toda la vida.
En el Rogers Hall sabemos de la importancia que tiene esto, por eso nuestro principal objetivo es trabajar en conjunto con nuestros estudiantes y sus familias, para poder ayudarlos y orientarlos en el proceso de la educación emocional.
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