El mundo globalizado en el que vivimos nos ha obligado a repensar la educación. El estudiante y futuro profesionista tiene responsabilidades que antes no se tenían o, simplemente, se ignoraban. El ser humano del siglo XXI tiene una mayor conciencia de sí mismo y de su entorno, entiende su papel y lo que sus acciones representan para el futuro.
La educación, por lo tanto, debe dejar de ser una mera transmisión unilateral de información para convertirse en un proceso holístico encaminado a crear ciudadanos, a crear buenas personas.
En el Rogers Hall tenemos la firme convicción de que la excelencia académica debe ser el producto de un buen sistema educativo que dé a los estudiantes las herramientas necesarias para enfrentarse al mundo profesional cuando sea momento, pero todo esto construido sobre una sólida base de valores que los oriente permanentemente hacia el bien.
Desde que los alumnos comienzan su formación escolar, los impulsamos a que vayan formando una personalidad propia para tomar decisiones por sí mismos. Esto se logra concediéndoles el grado justo de independencia, que por supuesto no es el mismo para todos los estudiantes. La idea es que cada quien, a través del autoconocimiento, delimite su carácter y forma de ser a lo largo de su formación académica.
Lo que buscamos con esto es que cada uno de los estudiantes de nuestra escuela se sienta libre para actuar y que siempre lo haga con el bien común como meta. Esto es lo que llamamos libertad responsable. Sin duda es una de las bases de nuestro sistema educativo, ya que entendemos que los estudiantes que se forman en nuestras aulas serán líderes cuando se incorporen al mundo profesional, por lo que sus acciones a futuro tendrán un peso considerable.
Lo anterior va de la mano con el sentido de pertenencia que buscamos inculcar en nuestros alumnos. Es importante que sepan que forman parte de una comunidad a la que pueden afectar positiva o negativamente a través de lo que hagan. Por eso tenemos diferentes programas que buscan precisamente esto; demostrarles que pueden ser agentes de cambio en su comunidad. A partir de esto, ellos mismos desarrollarán la responsabilidad necesaria para comprometerse con los suyos.
Esto es, sin duda alguna, uno de los elementos más importantes dentro de la formación que los estudiantes del Rogers Hall reciben. El daño que estamos ocasionando al medio ambiente está muy cerca de ser irreversible, así que lo que hagamos en el presente es muy importante, pero sobre todo las prácticas y actitudes que adoptemos en el futuro.
Parte esencial de la educación del siglo XXI es la formación de una conciencia ambiental que se traduzca en acciones. En el Rogers Hall la formamos a través de programas que benefician al ambiente, mientras enseñan al alumno la importancia de hacerlo.
Nos importa mucho la experiencia que los estudiantes se lleven de sus años en la escuela sea positiva. Muestra de ella es la opinión que los egresados tienen de sus años de estudiantes. Es por ello que les brindamos todo el acompañamiento necesario, para que entiendan que, como individuos, tienen necesidades individuales.
Pero eso no es lo único. Por empatía también nos referimos a que los estudiantes deben de ser solidarios con sus compañeros y dentro de este programa, el bullying no tiene ni un poco de tolerancia. Contamos con programas de concientización sobre este problema, para que todos –alumnos, padres y personal de la escuela– sean parte de la solución.
Nuestra definición del gran estudiante empieza por ser una buena persona, que se preocupe por su entorno, con todo lo que esto implica. En el Rogers Hall, estamos seguros de que la excelencia académica se vuelve inservible si no se utiliza para hacer el bien.