¿Te ha pasado que cuando estás hablando con tu hijo este voltea hacia otro lado? ¿Notas que cuando tu hijo comienza una actividad difícilmente la termina? ¿Te preocupa que presente un bajo rendimiento escolar aun cuando no tiene problemas de conducta? Es muy probable que estés frente a un caso típico de dispersión.
La distracción suele ser pariente cercana del aburrimiento y en los niños es de lo más común pues durante la infancia su imaginación es muy fértil y, a menos que los estímulos que lo rodean sean muy fuertes, las increíbles imágenes de su mente suelen ser más atractivas que todo lo demás. La creatividad y la imaginación de tu hijo son un tesoro que hay que cuidar pero es igual de importante encausar esta creatividad para que no interfieran en sus responsabilidades de la vida cotidiana, como lo son sus tareas escolares.
La atención de tu hijo debe ser ejercitada, no solo porque le permitirá obtener un mejor rendimiento escolar sino porque implica estar con los otros y con el entorno en tiempo presente, lo que dará como resultado una personalidad más empática y con mejor desenvolvimiento interpersonal.
Evita las etiquetas.
Repetir una y otra vez a tu hijo que “no se distraiga” y que deje de ser “despistado” no mejorará su nivel de atención. Por el contrario, al adjetivarlo de esa manera, estás colocando una etiqueta que quedará permanente en su mente y asimilará la distracción como una característica de su personalidad. Al asumir el problema de atención como una condición suya dejará de intentar modificar la situación.
De igual manera, evita reprenderlo cuando se distraiga. Mejor, fomente su buena atención felicitándolo cuando complete una actividad, píde su opinión sobre ciertos temas y felicítalo cuando se exprese. Todo esto permitirá que asocie el reconocimiento positivo con su buena actitud.
Involucra a tu hijo en actividades que mejoren su atención.
Sé claro con tus indicaciones y asegúrate de darlas una después de otra, es decir, no le pidas que realice más de una actividad a la vez. Para comenzar, pídele que te ayude con tareas de la casa que no le demanden demasiado tiempo como: alimentar a las mascotas, recoger el correo, poner la mesa o sacar la basura. Cuando haya terminado la tarea, felicítalo.
Los juegos de mesa también son muy buenos porque implican prestar atención a lo que sucede. Prueba con memorama, lotería, serpientes y escaleras. Verás que toda la familia pasará un rato divertido.
Importante: no le des indicaciones mientras su atención esté en otra actividad. Cuida que al hablarle tu mirada esté en él y la suya en ti. Una vez que le has dado el mensaje pídele que te lo repita.
Establece rutinas.
Crea una rutina diaria con las tareas de la casa en las que te puede ayudar. Es probable que las primeras veces tengas que recordarle que las haga, pero no importa. Poco a poco deja de recordarle las tareas y si en alguna ocasión notas que se le olvida, entonces recuérdale que hay una actividad pendiente justo cuando llegue el momento de desarrollarla.
Lo mismo sucede con el momento para hacer tareas. Plantea un horario y cuida que sea respetado. Cuando haya terminado una de las tareas permítele un momento para descansar y después pasen a la siguiente.
Crea un entorno adecuado.
Si tu hijo debe estudiar o cumplir con tareas, es fundamental preparar el ambiente:
- Apaga la televisión y cuida que no haya juguetes cerca.
- Procura que la iluminación y la temperatura sean adecuadas.
- Utiliza algo de música suave sin letra (instrumental), a poca intensidad.
- Pon a su disposición lápices de colores, hojas y materiales que lo motiven.
Cuando tu hijo esté realizando la tarea pregúntale de qué trata el tema y qué opina al respecto. Si tu conoces el tema abordado sería muy bueno que participes contándoles historias al respecto y motivándolo a investigar más.
Finalmente, recuerda que ningún niño es igual. Algunos se distraerán más que otros y en situaciones diferentes. Si al implementar estos consejos nos ves cambios en su conducta será bueno que acudas con un especialista.