La adolescencia es una etapa de por sí complicada para los jóvenes debido a que es durante esta que enfrentan diversos cambios tanto físicos como emocionales y cognitivos.
El proceso educativo ha cambiado mucho de unas décadas a la fecha. Esto se debe, en gran parte, a que se ha dejado de ver al alumno como una cifra en un conjunto homogéneo de estudiantes y se le ha empezado a ver como un individuo. Es por esta razón que los valores han cobrado un papel tan relevante dentro de la formación académica.
Algo con lo que todos los maestros y padres batallan alguna vez en la vida de sus alumnos e hijos es la desmotivación y falta de interés por aprender e ir a la escuela. Aunque esta desmotivación puede tener muchos orígenes que también son importantes atender, los educadores deben asumir la responsabilidad de hacer que el conocimiento sea algo deseado y por lo que los alumnos se esfuercen todos los días.
Sabemos que el proceso de acoplamiento a esta nueva modalidad ha sido complicada tanto para los alumnos como para padres y madres de familia. Cuando comenzó la pandemia, el mundo se vio obligado a cambiar las prácticas y hábitos que por mucho tiempo había realizado con normalidad.
El mundo globalizado en el que vivimos nos ha obligado a repensar la educación. El estudiante y futuro profesionista tiene responsabilidades que antes no se tenían o, simplemente, se ignoraban. El ser humano del siglo XXI tiene una mayor conciencia de sí mismo y de su entorno, entiende su papel y lo que sus acciones representan para el futuro.